El Territorio

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El Territorio es el espacio personal que se crea con el conjunto de los conocimientos, habilidades, aprendizajes y vivencias que nos van formando a lo largo de la vida. Cada persona tiene su propio Territorio, con fronteras que van mutando día a día y se expanden de manera a tocar los Territorios de las personas que nos rodean, por lo general fortaleciéndose, a veces separándose para no volver a tocarse.

Este sitio es un breve paseo por mi Territorio en el que encontrarás las elucubraciones de mi mente a través de mi blog, sabrás cuál es mi experiencia profesional, en caso de que te pueda ayudar con algo, y conocerás más de mis intereses por medio de los vínculos que visito con frecuencia. Te invito a que lo explores y me conozcas.

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De ser ateo - Definición, desconversión, mitos y por qué comunicarlo

2020-05-17 19:05:43

Desde hace tiempo tengo ganas de escribir acerca de esto y es tan buen momento como cualquier otro para tratar de tirar algunos mitos y aclarar en lo posible un concepto mal interpretado y peor entendido.

Antes de adentrarme en estas ideas quiero aclarar que, aunque desde hace meses he procurado escribir lo más neutral posible en lo que a género se refiere, aquí usaré principalmente la forma masculina, por un lado porque hablo desde lo personal y hasta el momento sigo utilizando el pronombre “él”, y por otro por simplicidad pues se me complica encontrar la forma neutra y “ateísmo” se volverá muy repetitivo; en otras palabras, si uso “ateos”, “ateo” en casos que no se refieren específicamente a mí, o algún otro sustantivo en una forma que aplique a todos los géneros, sepan que los uso desde una postura absolutamente incluyente.

Ahora sí, lo único que se puede decir con certeza de los ateos es que no creemos en la existencia de ningún dios. Hasta ahí, ni más ni menos. Cualquier idea adicional deja de pertenecer a la generalidad, sobre todo aquellas que han sido transmitidas por personas con otros intereses para generar miedo y desconfianza. Cada ateo tiene sus propias ideas, su manera de ver el mundo, pueden tener o no una origin story como algunos super-héroes, y pueden ir desde el infame Pol Pot, quien sirve de bandera a los apologistas que buscan el mal en el ateísmo, hasta la persona más compasiva, cariñosa y altruista que se puedan imaginar. Sí, tal como en las principales religiones, el espectro es gigantesco.

Mi origin story como ateo, para ser sincero, no es realmente compleja; fue un proceso sencillo y sin ninguna de las experiencias aterradoras de desconversión que he escuchado en los últimos años. Tuve la suerte de que mi mamá y mi papá, tal vez por ser respectivamente los más pequeños entre sus familias y haber recibido la dilución natural de atención que esto conlleva, no fueron realmente practicantes del catolicismo y nos evitaron a mi hermano y a mí los procesos de adoctrinamiento - catecismo, escuela dominical, idas obligadas a la iglesia - que amigos y familiares sí sufrieron. Baste como anécdota de esto la historia de mi “primera comunión”, la cual ocurrió una vez que me quedé a dormir en casa de un amigo y a la mañana siguiente su madre nos llevó a misa, como era práctica común en ellos. Aunque ya había asistido a muchas, nadie ahí conocía mi escaso nivel de relación con el rito y cuando vi que la gente se formaba porque el cura les estaba dando algo de comer, nadie tuvo motivos para decirme que yo todavía no lo podía hacer. Al menos tuve el tino de decir “amén” en lugar de “gracias” y el evento habría pasado sin pena, gloria, ni recuerdo de no haber sido porque mi hermano tuvo a bien acusarme con mi abuela paterna, mujer, ella sí, muy religiosa, quien rápidamente llamó a mi madre para regañarla por nuestra pésima educación católica. Todo esto para decir que, a pesar de saber el “Padre Nuestro”, el “Ave María” y el “Angelito de mi guarda”, y hacer de vez en cuando mi versión de lo que debía ser un rezo, la religión no formaba parte importante de mi cotidianidad.

En la misma época en la que iniciaba la carrera de ingeniería química tuve mi periodo más devoto - palabra por demás exagerada pero que va en la dirección adecuada - mientras estuve en los Scouts de France. Un acercamiento un poco mayor a los contenidos de la Biblia al tiempo que empecé a entender los procesos científicos que nos ayudan a darle sentido al universo fueron la fórmula perfecta para encender la chispa de la disonancia cognitiva que me llevó al ateísmo. Siempre hubo cosas que no me cuadraban o que entendía francamente como falsas, derivadas de narraciones fantásticas más que de hechos históricos, pero se volvieron tantas que de pronto me di cuenta que no creía en nada de eso. Y por lo poco o mucho que conocía de otras religiones me resultaban igual de inverosímiles como para que fueran opción.

Fueron varios años los que estuve de ateo a la deriva, sin conocer a nadie - corrijo - sin saber que algunas personas cercanas también lo eran, hasta que me recomendaron leer The God Delusion de Richard Dawkins y empecé a conocer a varios de los principales exponentes de este pensamiento. Al inicio, y como respuesta a la pseudo-epifanía que implicó esa lectura, me consideré un 7 en la escala de Dawkins, es decir negando la existencia de cualquier dios y con una actitud de escarnio hacia los creyentes. Pero justo desde un pensamiento científico, de no quedarme con una sola opinión y buscar otras posturas tanto a favor como en contra, di con la Comunidad Atea de Austin y sus programas semanales que me han dado una visión más profunda, estructurada y racional de mi forma de ser ateo. Entre esas ideas están las que expondré a continuación para derrumbar algunos mitos desde mi experiencia personal.

- Sin la creencia en un dios no puede haber moral: primero tenemos que definir qué es moral y qué no lo es, lo cual en cierta medida se modifica de acuerdo con la época o geografía aunque bien podríamos hablar de una moral objetiva centrada en el bienestar de todos los individuos. Podemos considerar que conceptos como genocidio, esclavitud, misoginia o castigo ejemplar son considerados hoy en día como altamente inmorales, por lo que libros que los toleren o, peor aún, los promuevan, difícilmente deberían ser nuestra referencia. Ante esto, varios apologistas dirigen la atención hacia las “buenas enseñanzas” de estos libros, como la aceptación, el amor y la vida en comunidad. Me resulta por demás pedante que pretendan agenciarse estos conceptos en el cristianismo y en el islam, por decir algo, cuando la humanidad ha existido, crecido y se ha desarrollado, desde varios milenios antes del establecimiento de estas religiones. Veo muy complicado que lograran prosperar sin estos conceptos insertos en lo más profundo de su naturaleza. En lo personal, mi moral se centra en el principio de que yo estaré mejor en la medida en la que la gente a mi alrededor esté bien, por lo que mi pensamiento y mi actuar van enfocados al bienestar de los demás.

- Un dios le da sentido a la vida, por lo que los ateos carecen de uno: esta afirmación no tiene ningún fundamento y representa una postura por demás pedante y soberbia; incluso me resulta contra-intuitiva. En un número considerable de religiones, la existencia que tenemos ahora no es más que una etapa transitoria antes de pasar a lo que sigue, a “lo bueno”. Esto tiene como resultado que muchas cosas que podrían estar haciendo, por ejemplo reparando relaciones rotas o, como dije antes, asegurándose que su gente cercana esté bien, las dejan de lado porque creen que se volverán a ver y tendrán una segunda oportunidad. Desde mi perspectiva, no tenemos ninguna prueba, absolutamente ninguna, de que exista ese lugar más allá de la muerte, que sólo es un wishful thinking que nos han inculcado, a veces con la amenaza agregada de un lugar de tortura eterna si no actuamos como nos lo indican, pero sí sabemos que ahora estamos aquí y que lo que hagamos tiene repercusiones reales en nuestra vida. Aquí me veo en la necesidad de agregar un punto que a mí se me hace espeluznante cuyos actores y actrices son aquellas personas que se dedican a la religión: si los ateos tenemos razón - e insisto en que no hay ninguna evidencia que demuestre lo contrario - ¿qué tan patético es haberle dedicado su existencia, la única que hasta el momento les consta que tienen, a una idea que resultó una mentira? El único consuelo que encuentro en ese concepto es que al menos no tendrán la ocasión de lamentarse de su error pues estarán muertos y su conciencia se habrá apagado por completo. Como la promesa de una vida eterna me resulta una de las mentiras más peligrosas que podemos llegar a escuchar, yo le doy sentido a mi vida a partir del hecho de que ahora estoy aquí, de que mi código genético me deja en una situación en la que puedo darme cuenta que estoy en un universo complejo y lleno de cosas que aprender y que sólo tengo, si me va bien, alrededor de un siglo para disfrutar de todo esto, de mi gente, del conocimiento acumulado por cientos de generaciones, y que el día que mi cerebro se apague, lo habré aprovechado a su máximo potencial, con la tranquilidad de saber que hice mi esfuerzo por dejar una huella positiva en cada persona que me conoció, desde el encuentro más furtivo e informal hasta mi compañera de vida.

- Los ateos no creen en nada: como mencioné antes, esto dependerá de cada persona. Habrá algunos solipsistas radicales que no afirmen siquiera su propia existencia y de ahí será cosa del nivel de escepticismo de cada quien. Yo creo en muchas cosas, varias de las cuales no he podido comprobar directamente, pero confío plenamente en el pensamiento científico y en los procesos de análisis. A diferencia de las religiones, o de la creencia general en un dios, la ciencia no tiene una pretensión a la verdad, sino que proporciona la explicación más viable a partir de la evidencia disponible; si un nuevo experimento, repetido y comprobado, hace evidente que un concepto previo era erróneo o incompleto, se genera un cambio de paradigma que lleva al estudio de todo lo que se podría ver afectado por este descubrimiento. En todos los casos en los que mis conocimientos me permiten entender las explicaciones que ofrece, me han parecido razonables, y eso lo puedo extrapolar a lo que está más allá de lo que sé o de lo que puedo observar. Creer en algo sólo porque siempre me lo han dicho, o porque muchas otras personas lo creen, sin ponerlo a prueba o ponerlo bajo la lupa, me resulta flojo, casi irresponsable.

Ahora, ¿de qué sirve esto?, ¿por qué escribir y compartir este texto? Simplemente por los miedos creados alrededor del ateísmo que mencioné en un inicio. Tal vez algunas de las ideas que expuse te resuenen pero has tenido miedo de lo que vayan a pensar en casa si se enteran que dudas o que de plano ya no eres creyente y te preocupan las reacciones de decepción o incluso de ostracismo que pudieran ocurrir; tal vez no eres tú quien duda pero tienes a alguien cercano que sí y, como te aterra lo que implica no creer en un dios, participas en el daño y profundo sufrimiento de esta persona a quien, en principio, te gustaría ayudar si el “problema” fuera diferente; tal vez tienes otras creencias que chocan con lo que te han enseñado en casa o en el templo y te generan una disonancia cognitiva - a este respecto pongo como ejemplo a las feministas y aliados del feminismo que siguen religiones cuyos libros sagrados son algunos de los más terribles ejemplos de misoginia en la literatura universal y que, a pesar de ir en contra de la lucha y sabiendo cómo la complica al continuar con esas enseñanzas generación tras generación, encuentran cómo justificarlos en lugar de convertirlos en uno de los principales problemas a atacar -; o tal vez sólo te interesa el conocimiento y quieres saber más de distintas creencias y formas de pensar.

Sea cual sea el motivo por el que este escrito te haya interesado o servido de algo, considera mi puerta abierta para platicar más a fondo de estos temas. Si necesitas ayuda con algo narrado en el texto, tal vez no pueda dártela directamente, pero te puedo dirigir a expertos que sí pueden hacerlo. Sí crees que estoy equivocado y tienes argumentos para hacérmelo ver, platiquemos y busquemos puntos de encuentro; quien quita y tienes el argumento que ha faltado para darme cuenta de mi error y re-convertirme. Al final, lo que más me importa es que sepas que estoy aquí para escucharte, para aprender de ti, y que lo haré sin ningún prejuicio ni bagaje.

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